¿Cómo y hasta qué punto la tecnología puede mejorar la educación?

Estudio
¿Cómo y hasta qué punto la tecnología puede mejorar la educación?
Una reflexión a raíz de la pandemia del Covid-19
tecnologías de la información y la comunicación
Nivel educativo
- Bachillerato y ciclos formativos
- ESO
- Profesorado
Área de conocimiento
- Formación de profesorado
Llevamos años intentando responder a esta pregunta, pese a estar sujeta a múltiples factores y contextos: el tipo de tecnología, la finalidad de su uso, la frecuencia con la que se emplea, la competencia digital docente y la del alumnado, la dotación económica de los colegios, la capacidad económica de las familias, la escasa evaluación sobre su uso, los numerosos prejuicios a favor y en contra, la lenta producción de evidencias y la imposibilidad de conocer aún sus efectos a medio y largo plazo.
Durante el último año, la necesidad de enseñar y aprender desde casa debido a la pandemia de la COVID-19 ha convertido el uso de dispositivos y recursos digitales con fines educativos en algo global y generalizado, pero no para todo el alumnado, pues se ha ampliado aún más la brecha educativa vinculada a la brecha económica. Y, en cualquier caso, seguimos sin saber si el aprendizaje mediado por la tecnología digital ha sido eficaz y si ha mejorado en algo la calidad de la enseñanza. Es como estar en medio de un bosque lleno de caminos sin saber si hemos cogido uno bueno o los hay mejores, y también sin saber quién se ha quedado atrás.
Con esta premisa, y habida cuenta de la rápida globalización del uso de la tecnología en educación, el centro de investigación Abdul Latif Jamel Action Lab (J-PAL) (perteneciente al MIT de EE. UU.) decidió impulsar una revisión sistemática de toda la literatura generada en los últimos años sobre intervenciones concretas y experiencias reales de impacto del uso de la tecnología digital en la educación. En total, 126 trabajos basados en ensayos de control y diseños de regresión discontinua.
El estudio ofrece algunas conclusiones y, sobre todo, abre los ojos sobre las áreas que precisan mayor investigación. Sus principales hallazgos son los siguientes:
- El hecho de equipar a todos los estudiantes con un ordenador –como han pretendido algunas políticas públicas en busca de una mayor equidad educativa– no sirve para mejorar el rendimiento escolar a ninguna edad, pero sí ha contribuido a mejorar la competencia digital de dichos estudiantes.
- El uso de software educativo de personalización del aprendizaje, diseñado para ayudar a los estudiantes a desarrollar sus habilidades según su propio ritmo de progreso, sí mejoran los resultados, especialmente en Matemáticas. Incluso alguna evidencia sugiere que estos programas pueden ser tan eficaces como los programas de atención docente personalizada. Sin embargo, hacen falta más investigaciones sobre los diferentes softwares que hay para comprender por qué unos son más eficaces que otros. En competencia lectora apenas se ha visto mejora.
- El envío frecuente de comunicaciones a alumnos y padres (como recordatorios sobre tareas y exámenes, o mensajes sobre aspectos que se están trabajando en clase o sobre actividades realizadas) tiene un efecto positivo, aunque pequeño, en los resultados. Los investigadores advierten de que, dado el bajísimo coste que supone hacer intervenciones de este tipo, podrían ser muy efectivas si se diseñan bien.
- Los estudiantes obtienen peores resultados cuando aprenden a distancia. Los programas de enseñanza online han demostrado no ser efectivos, en comparación con la enseñanza presencial y con los modelos blended, que combinan presencial y online. Estos últimos pueden ser tan eficaces como la enseñanza presencial.
- Las tecnologías más novedosas, como la realidad virtual enfocada a la educación, suscitan mucho interés, pero aún no han sido evaluadas con rigor.
- Las investigaciones para identificar qué productos concretos ayudan de verdad a impulsar el aprendizaje y cuáles contribuyen a reducir, más que a ampliar, la brecha educativa que produce la pobreza son necesarias.
De acuerdo con esta última conclusión, tanto las autoridades educativas como las propias escuelas deberían detenerse a analizar y evaluar el uso de la tecnología en función de su tipología, de si el alumnado la usa de manera efectiva y del verdadero impacto en su aprendizaje. Tan importante es consultar las evidencias previas a la hora de incorporar una nueva tecnología en el aula como la capacidad para generarlas una vez se ha incorporado.
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