Aprendizaje cooperativo, como vacuna contra el bullying

Estudio

Aprendizaje cooperativo, como vacuna contra el bullying

Mejora la convivencia y disminuye el acoso escolar


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Nivel educativo

  • ESO
  • Educación Primaria
  • Profesorado

Área de conocimiento

  • Formación de profesorado
  • Evaluación Educativa
  • Metodologías Educativas

Competencias

  • Sociales y cívicas
  • Docentes

¿Es el aprendizaje cooperativo un buen método para combatir el bullying?

En un ambiente de aprendizaje individualizado, cada uno en su pupitre mirando al profesor, a su cuaderno o a su iPad, las verdaderas oportunidades de convivencia y respeto a los compañeros se producen en el patio, en el comedor, a la salida del colegio y en las redes sociales, donde las normas se diluyen, los acosadores se sienten más cómodos y los espectadores del acoso pueden mirar a otro lado.

¿Qué ocurriría si cambian las dinámicas de trabajo en el aula?, ¿si unos alumnos y otros se corresponsabilizan de su aprendizaje?, ¿si sus resultados dependen del trabajo que hagan con sus compañeros? Que los estudiantes pasen juntos más tiempo activo, más tiempo interdependientes, ¿cambia el terreno que pisa el acosador?

La respuesta la encontramos en un estudio realizado en EE. UU. durante el curso 2016-2017 y cuyos resultados han sido publicados en el Journal of Educational Psychology.

Los investigadores seleccionaron 15 escuelas rurales del noroeste de EE. UU. durante el curso 2016-2017 y pusieron en marcha un programa de aprendizaje cooperativo solo en algunas de ellas. Los alumnos objeto de investigación eran de 7º grado (12-13 años). Del total de 1.460, 792 empezaron a trabajar en el aula de manera cooperativa y 668 continuaron trabajando como siempre.

El programa incorporó tareas de tutoría entre iguales, lectura colaborativa y búsqueda de información colaborativa (que hace que el alumnado tenga que trabajar por el bien común y, a la vez, confiar en el trabajo de sus compañeros).

La teoría de la que partía este estudio era que en grupos cooperativos, donde todos tienen que interactuar para aprender, los acosadores no se verían reforzados por sus compañeros en sus acciones de acoso y, por otro lado, los alumnos tradicionalmente marginados tendrían oportunidades de interactuar con los demás y, por tanto, de generar vínculos con sus compañeros. La hipótesis se confirmó en las encuestas que se realizaron a los propios alumnos tras cinco meses y medio trabajando en el aula de manera cooperativa.

Según aquellos estudiantes que hasta entonces se habían sentido marginados, se había reducido el acoso (tamaño del efecto =+0,37), la persecución (+0,69) y los niveles de estrés (>+0,99). En las encuestas al conjunto del alumnado, los resultados apuntaron a una disminución de los problemas emocionales (+0,30) y a una mejora de las relaciones interpersonales (+0,43).

La investigación no ofrece ninguna duda respecto a que el aprendizaje cooperativo en el aula desencadena una serie de actitudes y una conciencia del otro que se traducen en una disminución del acoso.

¿Es el aprendizaje cooperativo un buen método para combatir el bullying?

En un ambiente de aprendizaje individualizado, cada uno en su pupitre mirando al profesor, a su cuaderno o a su iPad, las verdaderas oportunidades de convivencia y respeto a los compañeros se producen en el patio, en el comedor, a la salida del colegio y en las redes sociales, donde las normas se diluyen, los acosadores se sienten más cómodos y los espectadores del acoso pueden mirar a otro lado.

¿Qué ocurriría si cambian las dinámicas de trabajo en el aula?, ¿si unos alumnos y otros se corresponsabilizan de su aprendizaje?, ¿si sus resultados dependen del trabajo que hagan con sus compañeros? Que los estudiantes pasen juntos más tiempo activo, más tiempo interdependientes, ¿cambia el terreno que pisa el acosador?

La respuesta la encontramos en un estudio realizado en EE. UU. durante el curso 2016-2017 y cuyos resultados han sido publicados en el Journal of Educational Psychology.

Los investigadores seleccionaron 15 escuelas rurales del noroeste de EE. UU. durante el curso 2016-2017 y pusieron en marcha un programa de aprendizaje cooperativo solo en algunas de ellas. Los alumnos objeto de investigación eran de 7º grado (12-13 años). Del total de 1.460, 792 empezaron a trabajar en el aula de manera cooperativa y 668 continuaron trabajando como siempre.

El programa incorporó tareas de tutoría entre iguales, lectura colaborativa y búsqueda de información colaborativa (que hace que el alumnado tenga que trabajar por el bien común y, a la vez, confiar en el trabajo de sus compañeros).

La teoría de la que partía este estudio era que en grupos cooperativos, donde todos tienen que interactuar para aprender, los acosadores no se verían reforzados por sus compañeros en sus acciones de acoso y, por otro lado, los alumnos tradicionalmente marginados tendrían oportunidades de interactuar con los demás y, por tanto, de generar vínculos con sus compañeros. La hipótesis se confirmó en las encuestas que se realizaron a los propios alumnos tras cinco meses y medio trabajando en el aula de manera cooperativa.

Según aquellos estudiantes que hasta entonces se habían sentido marginados, se había reducido el acoso (tamaño del efecto =+0,37), la persecución (+0,69) y los niveles de estrés (>+0,99). En las encuestas al conjunto del alumnado, los resultados apuntaron a una disminución de los problemas emocionales (+0,30) y a una mejora de las relaciones interpersonales (+0,43).

La investigación no ofrece ninguna duda respecto a que el aprendizaje cooperativo en el aula desencadena una serie de actitudes y una conciencia del otro que se traducen en una disminución del acoso.

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