Aprender hoy, un reto multidimensional

Carles Parellada Enrich, maestro, psicomotricista, terapeuta sistémico, codirector de las formaciones de ESM en el Instituto Gestalt, en la UAB, URV y UdG.

La periodista científica Lynne McTaggart ha escrito una trilogía de libros recogiendo muchísimas investigaciones que vienen desarrollándose desde finales del siglo XIX hasta la actualidad. Nos muestra los grandes avances que la ciencia ha hecho en los últimos años, desde conceptos como el del principio de la física del entrelazamiento, pasando por estudios de neurobiología, las dinámicas de las redes sociales y su relación con las enfermedades y un largo etcétera.

La pregunta sobreviene a raíz de este hecho parece obvia: si hemos avanzado tanto en muchos campos de la vida, ¿no sería hora de hacer avances importantes en el ámbito educativo? Entendiendo la pregunta en el sentido amplio: pensando en los procesos de acompañamiento de niños y jóvenes, y de la mejora de sus aprendizajes, tanto desde el ámbito de los conocimientos cognitivos como desde la esfera de las relaciones y el bienestar.

Hay que mirar la complejidad que conlleva comprender las dinámicas de la vida actual y la forma en que afectan a los jóvenes, a sus familias y también a los equipos educativos de los centros.

Todos juntos formamos parte de una comunidad educativa que se estructura en una perspectiva sistémica que contempla muchas variables. Ante este hecho complejo entiendo que hay que hacer un abordaje del mundo educativo de una forma amplia, y evidentemente holística y multidimensional, ya que así es la realidad.

Con la brevedad que conlleva el espacio de este documento sintetizo este reto multidimensional en seis ejes que permiten imaginar un conjunto suficientemente sugerente y rico que incluya todo lo que tiene que ver con un tratamiento del currículo y su desarrollo en los centros educativos:

1. La dimensión de la neurobiología, con conceptos como el de estructura interna, este programa biológico que hemos acumulado como especie, y las fases que sigue a lo largo de su desarrollo hacia el éxito.

2. La dimensión biográfica, favoreciendo en los contextos educativos una narración sustancial de la vida de los niños y jóvenes, que están en continuo proceso de cambio. Una narración que no se detiene en el nivel individual, sino que también debe ser biográfica en relación a las comunidades, la sociedad y el mundo de una forma global.

3. La dimensión sociocultural, que tiene una fuerza imparable e inimaginable. Todos los utensilios, ingenios, códigos, conocimientos, tecnologías, teorías, paradigmas... que el ser humano ha desplegado desde los orígenes de la vida, deben estar al servicio de los alumnos, desde los más sencillos hasta los más sofisticados, para que formen parte de su bagaje experiencial y de aprendizaje.

4. La dimensión pedagógica, que es la que conocemos mejor, aunque todavía podemos sacarle muchas más posibilidades. Tenemos que ser capaces de crear una atmósfera sostenible y un clima adecuados en las aulas, con la potenciación de un espacio para la interacción, un tiempo que permita balancear la organización del kronos y las vivencias del kairós, unas dinámicas estimulantes gracias a la creación de contextos de aprendizaje sutiles y profundos donde las inteligencias múltiples deben tener un papel protagonista.

5. La dimensión sistémica, que nos introduce en ámbitos realmente sugerentes, atendiendo a los factores emocionales de la vida de las personas y que no sólo se encuentran en un registro consciente, sino más bien inconsciente. Además, estos ámbitos están mediatizados por la influencia transgeneracional que ha dejado unos patrones y unas matrices emocionales. ¡Cuántas de estas implicaciones sistémicas sacan a los niños de sus procesos de aprendizaje! Intentamos minimizar los efectos que todo ello tiene vistiendo los diferentes ámbitos del currículo a partir de cuatro ejes relevantes: las raíces, la identidad, los vínculos y las alas para volar (de dónde venimos, quiénes somos, cómo nos relacionamos, hacia dónde vamos), y creando complicidades con las familias, dentro de los equipos docentes y las aulas.

6. La dimensión del intangible, quizá la más novedosa, y sin duda la que nos abre un futuro aparentemente más incierto y potente a la vez. Hablamos de las neurociencias, con la interacción entre emoción y cognición; de la física cuántica, con la función del observador que transforma la realidad según cómo la mira; los campos morfogenéticos, que nos permiten conectarnos con informaciones que forman parte del legado de la vida y el conocimiento de la especie; de la realidad virtual, simbólica, holográfica; de todo lo que tiene que ver con estrategias como el mindfulness, la dimensión de la espiritualidad de los seres humanos, etc.

Con la interacción de todas estas dimensiones, que seguro son ampliables y admiten matices, y que necesariamente deberían ser más explícitas para captar su pleno sentido, podemos activar protocolos de aprendizaje altamente resolutivos.

Aprender es una competencia humana, no una imposición del medio. Aprendemos no tanto, o no sólo, para saber más, sino más bien para comprendernos mejor y para actualizar las mejores opciones para el desarrollo de la vida. Aprendemos, pues, a partir de espacios de comunicación, de interacción significativa, en una especie de ágora en la que usamos un lenguaje impecable, una tecnología, en el sentido más amplio de la palabra y una capacidad de reconocernos y mirarnos con buenos ojos, que hace de la relación educativa un evento de una sensibilidad exquisita que debe proyectar a las futuras generaciones hacia un mundo más sostenible.

Si lo que aprendemos no puede ser usado al servicio de la vida, si no nos permite en un breve espacio de tiempo potenciar una paz estable en cualquier rincón del mundo, tal vez no es un aprendizaje que sea del todo relevante...