La ciencia, por definición, no deja nada al azar. Pero, a veces, ocurren imprevistos, descubrimientos que los científicos bautizan como serendipia. Eso es lo que le pasó al científico británico Alexander Fleming, en 1928, mientras estudiaba la bacteria Staphylococcus aureus.
Observó que uno de los cultivos se había contaminado con moho y que la bacteria no crecía a su alrededor. ¿Podía ser que el moho fuera la causa?
Así era. El hongo Penicillium notatum liberaba una sustancia que no dejaba crecer el microorganismo. Fleming se hallaba ante el primer antibiótico: ¡la penicilina!
Desde el descubrimiento de Fleming hasta que la penicilina comenzó a comercializarse de forma masiva en Estados Unidos pasaron 17 años. Era 1945, había estallado la II Guerra Mundial y, ahí, el antibiótico libró su primera batalla contra las infecciones. Gracias a ello, miles de soldados sobrevivieron a heridas de guerra e intervenciones quirúrgicas, como las amputaciones.
La capacidad de combatir una infección bacteriana no convierte cualquier molécula en antibiótico. Antes debe cumplir los principales requisitos:
Aunque el primer antibiótico se descubriera por azar, los demás se han obtenido gracias a la investigación y al desarrollo, lo que se conoce como I+D. Es una auténtica carrera de obstáculos para la cual hace falta tiempo, dinero y perseverancia.
Antes de comercializar un nuevo antibiótico, hay que realizar muchos ensayos para decidir si la molécula «candidata» cumple todos los requisitos. ¡El proceso puede durar de 10 a 15 años!
La mayoría de los descubrimientos de antibióticos se produjeron antes de la década de 1970. A partir de entonces, la inversión económica en este sector ha disminuido drásticamente. Ello explica que en los últimos 30 años solo se hayan aprobado dos nuevas clases de antibióticos.
... un medicamento para combatir infecciones causadas por bacterias, pero no por otros microorganismos, como hongos o virus. La sustancia activa o fármaco actúa matando a las bacterias o impidiendo que se reproduzcan, de modo que se acaba eliminando la infección.
Algunos antibióticos matan a las bacterias (acción bactericida), mientras que otros impiden su multiplicación (acción bacteriostática).
Las bacterias se multiplican con tanta facilidad que cada 20 minutos se dividen y dan lugar a dos bacterias hijas. En ocasiones, durante la división, se producen mutaciones espontáneas en su ADN que hacen que las bacterias hijas sean inmunes a los efectos bactericida o bacteriostático del antibiótico. Además, también pueden intercambiar entre ellas material genético que contenga genes de resistencia, lo cual les permitirá combatir el efecto del antibiótico. ¡Son bacterias resistentes!
Desde el primer caso de resistencia con la penicilina, en 1947, el fenómeno ha crecido hasta alcanzar niveles preocupantes para la salud global. Lo ha favorecido tanto el abuso de antibióticos en humanos y en animales de consumo como el hecho de no seguir el tratamiento correctamente.
En presencia de antibiótico, por selección natural, las bacterias sensibles al medicamento desaparecerán. En cambio, las que son resistentes se multiplicarán y con el tiempo darán lugar a una población resistente. Por consiguiente, cuando estas bacterias provoquen una infección, su tratamiento y cura será mucho más difícil.
Para no favorecer la aparición de bacterias resistentes, es muy importante que el tratamiento con antibióticos sea correcto de principio a fin.
La situación se complica cuando las bacterias se hacen resistentes a más de un antibiótico. Algunas de estas superbacterias pertenecen a las especies Pseudomonas aeruginosa y Staphylococcus aureus, o a las enterobacterias Klebsiella pneumoniae y Escherichia coli. ¡Algunas de ellas son incluso resistentes a los antibióticos más modernos!
Cuando termines el tratamiento, retorna los antibióticos sobrantes a la farmacia.
No los guardes en el botiquín. Si lo haces, en el futuro, alguien podría usarlos de forma errónea (tomarlos sin prescripción médica y/o no seguir el tratamiento correctamente).
No los tires a la basura. Si lo haces, los antibióticos acabarán en el medio natural, donde también hay bacterias.
Ayúdanos a combatir la propagación de las bacterias y su resistencia a los antibióticos. Con simples gestos podemos ganar la batalla.
Ante la amenaza que las bacterias resistentes suponen para la salud global, investigadores del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) trabajan sin tregua para hacerles frente. Sus estudios contribuyen a comprender mejor qué características tienen las bacterias resistentes que causan infecciones en el ámbito hospitalario. Entre otros objetivos, tratan de identificar nuevas dianas en las bacterias y diseñar nuevos fármacos activos contra patógenos resistentes a la mayoría de los antibióticos.